James Young Simpson (1811-1870) fue un médico obstetra escocés que dedicó gran parte de su vida a probar alternativas que alivien el dolor físico relacionado con el trabajo de parto. Su investigación –que generó una fuerte resistencia inicial en el clima religioso de su época dado que contradecía el mandato bíblico de “parirás con dolor” –, incluyó una experimentación inicial con éter y luego una más exitosa con cloroformo (tras detectar que este fármaco inhibía el dolor pero no eliminaba las contracciones).
Cuenta la historia que una noche del 4 de noviembre de 1847, Simpson junto a dos colegas, experimentaron inhalar unos gramos de cloroformo y esto, tras un estado de euforia inicial, los sumió en un estado inconsciente hasta la mañana siguiente. Cuatro días más tarde de este descubrimiento que pudo haberle quitado la vida, Simpson administró cloroformo a la esposa de un amigo suyo durante el trabajo de parto. A tal punto fue el agradecimiento por esta experiencia sin dolor que decidieron bautizar a su hija con el nombre de Anaesthesia (Anestesia).
Este ensayo en humanos lo impulsó a usarlo en algunas cirugías menores y en varios partos con excelentes resultados. Sin embargo, el reconocimiento oficial del uso del cloroformo se hizo en 1853, cuando el médico John Snow administró cloroformo a la reina Victoria durante el nacimiento del príncipe Leopoldo.
Sin duda, Simpson marcó un antes y un después en la historia de la medicina. Es considerado, junto con Horace Wells y William Green Morton, uno de los padres de la anestesia.