En 1973, el veterinario escocés Glen desarrolló y sintetizó la molécula de propofol. Dada su rápida acción y ausencia de efectos residuales, este fármaco revolucionario se convirtió en el aliado perfecto para la inducción de la anestesia en pacientes de todo el mundo.
Glen comenzó experimentando con este agente anestésico en animales, obteniendo resultados excelentes. Tras rigurosas pruebas clínicas en pacientes, se introdujo el propofol en la práctica clínica en 1986, después de trece años de investigación incansable. Fue así como este maravilloso fármaco reemplazó por completo al tiopental sódico en la inducción de la anestesia.
Pero la historia del propofol no se detiene ahí. Con el paso del tiempo, se descubrió su utilidad en el mantenimiento de la hipnosis en la anestesia general y como agente central en las técnicas de TIVA. Su versatilidad y eficacia lo convirtieron en una herramienta invaluable para los anestesiólogos de todo el mundo.
En 2018, Glen fue galardonado con el Premio de Investigación Clínica de Lasker-DeBakey por el descubrimiento y desarrollo de la molécula de propofol. Estos premios son considerados, en el mundo científico, como un preludio de los Nobel de Medicina.
Quienes trabajamos a diario con el propofol honramos la tenacidad de este veterinario anestesiólogo que optimizó de manera ostensible los tiempos de recuperación del paciente. Gracias a su labor científica, hoy muchos pacientes regresan a sus hogares el mismo día, tras haberse sometido a procedimientos quirúrgicos y exploraciones diagnósticas.
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